A lo largo de la historia grandes pensadores han señalado que la principal riqueza de las naciones radica en su pueblo. En nuestro País desde Bolívar hasta Arturo Uslar Pietri, numerosos Venezolanos preclaros han advertido que el camino al desarrollo y al progreso de la nación está determinado principalmente por el nivel de educación de sus ciudadanos. Sin embargo, vale la pena preguntarnos: ¿es este solo un pensamiento idealista o en realidad existen evidencias empíricas y verificables que esta sea la base del desarrollo?. Y de existir, ¿cómo es esta relación?.
Para llevar dicha afirmación al terreno de lo cuantificable (y por tanto, de lo verificable o refutable), es necesario definir parámetros que puedan ser medidos (observables) y que sean reflejo de los atributos que desean medir, en este caso el desarrollo de la población y la riqueza de un País.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en un intento por explorar la relación entre el progreso de los pueblos y otros indicadores sociales, definió el Indice de Desarrollo Humano (IDH) en base a tres factores: La esperanza de vida al nacer, el nivel de escolaridad (tomando en cuenta el nivel analfabetismo y la matriculación en eduación primaria, secundaria y universitaria ) y el ingreso económico promedio, donde cada índice está normalizado y puede tomar valores entre 0 (mínimo) y 1 (máximo), y el valor del IDH se calcula simplemente como el valor promedio de los tres (
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En la Figura 1 (hacer click para ampliar), tomada del Libro la Riqueza de las Naciones del Dr. Klauss Jaffe , se muestra el Indice de Desarrollo Humano (o HDI, siglas en inglés) versus el Producto Interno Bruto de las naciones (PIB, en US$ de 1998). Cada círculo representa dichos valores para un País según Datos del Progama de las Naciones Unidas para del Desarrollo del 2003 (PNUD). El diamante azul, añadido para este post, representa los valores mas recientes disponibles (2007) para nuestro País.
En esta gráfica se puede observar que existe un fuerte correlación entre el IDH y el PIB. En el caso de Venezuela, pareciera estar debajo de la relación, teniendo un PIB por habitante mayor al que le correspondería en función en de su desarrollo humano, y el cual podríamos especular es consecuencia de la renta petrolera, que más que ser un producto de nuestro desarrollo científico o técnico, es consecuencia de un accidente geológico.
Además, el número de años de escolaridad promedio de la población también esta relacionado con el nivel de riqueza de la nación. En la gráfica 2, se muestra la cantidad de años de ecuación formal versus el PIB, donde se pude apreciar que Venezuela está ligeramente desplazada de la relación, sugiriendo nuevamente que nuestro País tiene una riqueza mayor a la que le correspondería debido al promedio del número de años de escolaridad de sus ciudadanos.
Pero como bien señala el Dr. Jaffe, no todo tipo de educación implica desarrollo y prosperidad. En la figura 3 podemos ver la relación entre la excelencia educativa y el PIB para varios países de Latinoamérica. Allí se observa que para la mayoría de los países latinoamericanos un incremente en la calidad de sus ecuación está relacionado con el desarrollo económica del mismo en forma directamente proporcional, sin embargo también puede apreciarse que en el caso de Cuba, este país dista mucho de dicha relación teniendo poco desarrollo económico a pesar de su desarrollo educativo.
Esto pudiera interpretarse como que no solo es necesario lograr altos niveles de excelencia educativa, sino también que esta se base en una educación que fomente el pensamiento crítico y el libre pensamiento, alejándose de los dogmas, la politización y el adoctrinamiento.
Además, cada vez con mayor frecuencia los investigadores sociales y del campo económico, encuentran evidencias que muestran la importancia de los valores que promueve y su bienestar económico. En un libro recientemente publicado que se titula “Convirtiendo naciones pobres en ricas: emprendimiento y el proceso de desarrollo económico” , diversos investigadores exploran el íntimo vínculo entre aspectos de la cultura, como la importancia dada a la libertad y a la propiedad privada, y nivel alcanzado en su desarrollo material. Todo pareciera indicar que el nivel de calidad de vida de un País mejora siempre y cuando se promuevan actividades productivas (como innovación y creación, que requieren de libertad individual e investigación) en vez de incentivar actividades improductivas (burocratismo y rentismo, que necesitan mayor control del estado), independientemente de las riquezas naturales que posea cada país.
Y si la fuente de la innovación es la investigación, entonces el nivel de desarrollo científico debería estar correlacionado con la riqueza de los pueblos. La figura 4, muestra el número de artículos científicos publicados en revistas internacionales (según el SCI) por habitante versus el PIB, y se puede notar que también en esta oportunidad existe una relación directamente proporcional entre ambas variables.
Si bien es necesario aclarar que correlación no implica causación, es decir que una relación estadística entre variables no implica que una sea consecuencia de la otra, al menos en este caso nos atrevemos a decir que la correlación entre el desarrollo intelectual de los ciudadanos de una Nación y la riqueza de la misma, no es una casualidad, sino una causalidad. En la medida que las personas puedan prepararse mejor, estas podrán desarrollar más sus potencialidades y así mejorar su calidad de vida. Es por ello que en nuestro País la verdadera revolución que debe suceder, es la del pensamiento y la inteligencia, fomentada por una mejora en la calidad educación enfocada hacia la racionalidad y la libertad. Solo así podremos aprovechar la mayor riqueza de una nación: SU GENTE.
Edison Durán